SOBRE EL ACOMPAÑAMIENTO EN TERAPIA
Hace no mucho, unos amigos que se dedican a vivir lo mejor posible, uno como psicólogo y otra como banquera, me trajeron una frase que habían escuchado en alguna formación sobre acompañamiento en la enfermedad. Venía a decir algo así como: “Si no puedes curar alivia, si no puedes aliviar acompaña, y si no puedes acompañar mejor no seas un problema añadido”. Me temo que no conseguí cogerla literal, y además, la última parte es un añadido mío que viene directamente de mi propia cosecha.
Freud, a su manera, también se sumo a la idea de no validar algunas maneras de acompañar cuando los profesionales de la salud mental hacemos terapia. Y no todo lo enfocaba en la sexualidad, había una parte de su análisis transferencial que tenía más que ver con el amor no erótico, si no incondicional. A lo cual también sumaba que un principio importante en la dinámica terapéutica es el de restar energía a los sistemas de defensa. Y me gustaría pensar que no solo se refería a los del cliente.
En su libro sobre su experiencia haciendo terapia, Alba Yagüe dice lo siguiente al respecto de las energías que ha observado movilizarse en los procesos terapéuticos: “Amarnos pasa por aceptar lo que somos y de donde venimos, no por intentar cambiarlo constantemente…y la verdadera transformación se da cuando lo conseguimos” (Cosas que escuché en terapia, Plataforma actual). En estas sabias líneas, se puede entender y aprehender una idea básica para acompañar y acompañarnos, que es el impedimento que muchas veces supone la voluntad o necesidad de cambio constante, como una defensa muy elaborada y bastante bien comprada por la sociedad actual para no conseguir ni satisfacerse a través de la aceptación.
Es probable que en esa vertiente psicoanalítica de la transferencia del amor, Freud también se estuviera refiriendo a la enorme potencialidad que la autenticidad tiene cuando queremos transferir algo en nuestro quehacer terapéutico. Y no solo centrándolo en nosotros, sino también en el momento y en la situación actual que tiene la persona demandante en su vida. Porque debe ser harto complicado y seguramente estar condenado a la frustración el querer mejorar una situación personal sin que la persona acepte cómo es y quien es en ese momento. Además que, si no te sientes aceptado por tu psicólogo, lo más probable es que tengamos las sesiones contadas, y con mucha razón.
Yagüe sigue en una línea interesante. Cuando nos sucede algo traumático, podemos estar dando vueltas alrededor de ese hecho pasado movidos por el dolor que nos causó, como el elefante que no paraba de dar vueltas atado por la misma cadena formando círculos sempiternos sobre la misma estaca, o el mismo palo, posiblemente recibido.
Para superar las emociones desagradables e intensas vivenciadas y los sueños rotos, es necesario introducir una nueva experiencia. La doctora María Palacín, experta en grupos de la universidad de Barcelona lo dice a su manera “lo que un grupo rompe solo otro lo puede arreglar”. Por tanto, los psicólogos y psiquiatras tenemos que medir bien nuestra forma de acompañar, que es lo mismo que prestar elegante atención a nuestra forma de aceptar al otro. No vayamos a repetir un mismo patrón y dejar que la persona que tenemos en frente se nos disfrace. Y lo que sería aún peor, coger también nosotros nuestro propio disfraz y que empiece la mascarada.
La idea más sugerente de este escrito puede ser la siguiente: tenemos la obligación profesional de no perpetuar los disfraces que nuestros clientes traen al despacho, si no generar conjuntamente con ellos un contexto seguro de aceptación en el que sean capaces de ir mostrándose tal y como son en ese momento de sus vidas, para entre otras cosas comprobar, que la persona que tienen en frente no siempre va a salir corriendo o les va a dañar.
Vuelvo a citar a Alba Yagüe para cerrar este breve artículo “todos somos buenos y malos, y hacemos lo que podemos con lo que somos en cada momento”.
Me parece interesante este artículo por el amplio recorrido que tiene y, aunque aquí se centra, sobre todo, en la relación terapéutica., también se señala que es una realidad que acompaña toda relación humana.
Sería muy interesante, considerar este aspecto, por ejemplo, en el ámbito de la enseñanza, donde la relación del profesor con el grupo es fundamental para el aprendizaje. Y, cuando digo aprendizaje, no me refiero a la acumulación de conocimientos, sino que éstos sean consecuencia de un interés sincero por parte del alumno. Creo que, en este sentido, en general los profesores no tienen unas herramientas mínimas para afrontar una relación con los estudiantes distinta a la establecida por la norma social. Aunque sobre esto se podría…
Genial reflexión que realizas! Te felicito. Denota todo tu escrito resultado de tu experiencia profesional, de la madurez personal y de la reflexión que integra el conocimiento con la vivencia!