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Foto del escritorLucia Piris

BENEFICIOS DE NO UTILIZAR LA BÁSCULA


Nuestra sociedad se ha ganado gran parte de las críticas que le hacemos. Y la mayoría no son novedosas. Desde hace más de 100 años el sistema post industrial no puede ocultar algunos cambios de mentalidad a los que se ven forzadas la personas de la mayoría de los países conectados por las nuevas tecnologías, y la mayor parte de estos van en la misma línea de convertir elementos naturales de nuestro funcionamiento, en procesos cuantificables por un lado, que basándose en un control en principio en pos de la salud, acaban degenerando en imposibilidades de vivir de manera natural imperfecciones, incongruencias y dilemas propios de nuestra naturaleza.


El cerebro no nos ayuda en ocasiones demasiado. Nuestro lóbulo frontal necesita la información numérica que se procesa en parte del hemisferio izquierdo, con lo cual lo que sea predecible y cuantificable es devorado como elementos que pueden abstenernos o restringirnos posibles peligros. No por casualidad es también esta parte prefrontal del cerebro la que más tarda en madurar a nivel evolutivo en el adolescente cuando hace el paso al adulto, y que además está muy mediatizada por los impulsos que le envía la amígdala, que podemos identificarla como la gran encargada de avisar de los futuros peligros, cobrando dentro de estos una hegemonía en esta edad de cambios de la adolescencia, los que tienen relación con lo social, como la aceptación o el rechazo del grupo de iguales, y la autopercepción de las competencias para poder encontrar personas con las que establecer lazos de intimidad.


Los procesos cuantificables por tanto dan seguridad para poder prevenir posibles peligros o amenazas, y en nuestra realidad urbana las mayores suelen ser sociales. Es por esto que la imagen que queremos transmitir a los demás también es un material sumamente sensible por lo fácil que es de condicionar según la opinión que recibimos de nuestro entorno, por no subrayar las críticas que podemos tener que encajar. Si sumamos estos dos ingredientes, el alimentar conductas que cuantifiquen nuestra imagen y nuestra competencia, pueden dar una suerte de medicación a nuestro cerebro de la que luego puede ser muy difícil prescindir, y que desde luego van en dirección contraria a la aceptación personal y a la comprensión holística de la realidad social, humana y natural.


Las conductas que podemos señalar como de una naturaleza fácilmente utilizable por nuestro cerebro como medicación anti miedo cuando estamos en momentos de incertidumbre social pueden ser: centrar nuestro rendimiento solo en las calificaciones académicas; centrar nuestro atractivo social en número de seguidores o likes; poner un mínimo de pasos diarios a dar en nuestra actividad física; tener un máximo de calorías a ingerir en cada comida; y por supuesto, el uso de la báscula como una brújula desde la que orientar nuestro estado emocional.


Desde Psinnergias, queremos centrar la relación con la báscula desde una forma algo radical pero también en clave positiva, y nos gustaría poder dejar por escrito beneficios que identificamos en el no uso rutinario de esta (por no decir abandonarla).


Beneficio 1. El no uso de la báscula libera de obligaciones.

El no tener que pesarse diariamente o incluso varias veces al día puede generar desasosiego inicialmente, para después liberar a la persona de todas las ocasiones en las que acudía la baño o a su habitación para realizar esta conducta. Por no hablar de los pensamientos que puede reducir a medio y largo plazo con la influencia emocional que esto también genera en relación con la libertad.


Beneficio 2. El abandono de la báscula enseña a confiar en el propio criterio.

El cerebro necesita elementos para generar seguridad. Si no tiene uno numérico que poder comprobar con frecuencia e intentar manipularlo, se verá obligado a flexibilizar la frecuencia y la obsesión con la que se relaciona con ciertas conductas para construir un criterio, y necesitará buscar alternativas como la expresión o el compartir con las demás inquietudes, lo cual ayuda a generar un criterio propio pudiendo contraponerlo o complementarlo con el de los demás. Podríamos decir que la báscula genera silencio y silencia el propio criterio.


Beneficio 3. El desvincularse de la báscula humaniza el espacio donde normalmente se usa.

En un cuarto de baño se pueden tener momentos de autocuidado enriquecedores e importantes para generar una imagen propia satisfactoria, además de poder tener un espacio de relajación casi más natural imposible. Es curioso que el TCA afecta a los espacios de la casa que deberían ser más liberadores, como el baño, la cocina y la sala común, sea comedor o sala de estar. El uso compulsivo de la báscula acaba generando un ambiente de sufrimiento y de miedo en la estancia donde este se lleva a cabo y donde queda el objeto.


Beneficio 4. El olvido de la báscula permite aprender a ubicar objetivos más flexibles.

Que el objetivo más importante en la etapa vital de una persona sea alcanzar un número determinado es algo casi imposible que genere satisfacción. Más al contrario, suele acuñar un proceso de tal intensidad que al alcanzar este, casi automáticamente pongo otro más lejano para poder seguir una búsqueda que si no acerca a la felicidad al menos aleja de la infelicidad. El no seguir este proceso ayuda a aprender que los objetivos pueden ubicarse de una manera abierta en lugar de cerrada, y que no deben alcanzarse de manera siempre completa, pues el peso de las circunstancias si no atenuante sí que es un factor explicativo y digno de valorar en la percepción de nuestro rendimiento.


Beneficio 5. El no afecto a la báscula activa nuestra capacidad de Autocompasión.

Exigirse es relativamente sencillo a nivel orgánico. Estamos preparados para un alto rendimiento, especialmente si nos motivamos lo suficiente o si tenemos un miedo constante e intenso.  Sin embargo, la capacidad de darnos afecto y de tratarnos con respeto no es algo que se enseñe fácilmente. Nos atrevemos a decir que el uso diario de la báscula no lo permite, y que sí lo facilita el cooperar en el establecimiento de objetivos personales importantes para nosotras mismas y para las personas que nos acompañan.

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