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EL SUEÑO DEL ADICTO

Foto del escritor: Jordi EscuderoJordi Escudero

Libertad, la fluidez y el respeto. A veces, en los peores momentos, cuando estamos sufriendo la tortura de la dependencia, impotentes, desvalidos, conscientes de estar atrapados en las garras de la adicción, puede aparecer un rayo de luz en nuestra consciencia que atraviese la espesa oscuridad que hemos ido creando en nuestro interior y a nuestro

alrededor. Puede surgir entonces un vislumbre de claridad que nos haga intuir, aunque sea vagamente y tan solo por unos instantes, cómo sería la libertad, la fluidez y el respeto hacia nosotros mismos si estuviéramos lejos de la adicción.


No es extraño entonces que una aguda tristeza, mezclada con el anhelo genuino de la liberación, nos haga doblegarnos ante la realidad y, desde la profundidad de nuestra humanidad esencial, surjan las lágrimas del dolor, las muecas del engaño, los gemidos de la desesperación... No es extraño, a cualquiera de nosotros nos puede suceder algo parecido en algún momento de la vida. Sin embargo, ¿Cuántas veces seguiremos cruzando la línea que nos avoca al vacío?,¿cuánto tardaremos en reconocer que nos hallamos en una fase crucial de nuestro viaje?, ¿cuándo nos percataremos de que ese momento puede ser un punto clave de inflexión en nuestra vida?


La noche oscura del alma, la etapa turbulenta y confusa de la existencia.

Son muchos los que han atravesado lo que San Juan de la Cruz denominó “la noche oscura del alma”. Sin duda no resulta este un tránsito placentero y confortable, sino todo lo contrario. No obstante, hacia el final de este proceso puede aparecer una toma de consciencia, una revelación que nos invita a asumir nuestra realidad presente y, aunque sea a regañadientes, aceptamos empezar a dar los primeros pasos para abandonar esa etapa turbulenta y confusa de nuestra existencia.


No debemos entonces tener miedo a poner en marcha la transformación. Eso sí, conviene que afinemos la percepción, que nos demos cuenta de tantas cosas... Conviene que devengamos expertos observadores de nuestra mente, ávidos exploradores de nuestros sentimientos y de nuestras reacciones; constantes, humildes, pacientes...

En el proceso de ir abandonando las adicciones, la confianza puede y debe ser nuestro mejor aliado. Necesitamos confiar; estamos aquí para, después de atravesar nuestra noche oscura, simplemente aprender a confiar.


El sueño del adicto es imaginarse libre de su adicción, sin necesitar nada concreto para ser razonablemente feliz. Poder respirar profundo al lado de otros y sentir que finalmente se es libre y además se está tranquilo. Ya no hace falta buscar algo afuera que llene nuestro vacío porque la claridad habrá ido ganando terreno a la confusión.


Cuando las semillas de las actitudes que vamos cultivando empiecen a germinar, fácilmente se dibujará en nuestro rostro la sonrisa del agradecimiento. En ese momento suspiraremos, y quizás surjan de nuevo las lágrimas, pero ahora no serán lágrimas de impotencia y desesperación, sino lágrimas de gozo que, como si fueran perlas de oro, irán llenando la lámpara que alumbrará nuestra sabiduría para que, definitivamente, nuestro sueño se convierta en realidad.




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