La idea actual que tenemos del tiempo está muy vinculada al esquema de una lista o del semanario de una agenda. Hablamos de él como un recurso vital, poniéndolo al nivel de la alimentación, de la economía o incluso del oxígeno. Y sin embargo, la construcción psicosocial actual que tenemos de este bien, o de esta realidad, que es de cuño industrial está sufriendo actualmente cambios profundos en la era de las nuevas tecnologías de la comunicación o de la relación en la que estamos inmersos. Casi tan rápidamente como parece que está cambiando nuestra manera de comportarnos.
No hace falta que nos vayamos a la Edad Media para rastrear una vivencia e ideación del tiempo muy distinta a la actual. También podríamos encontrarla en entornos más rurales y menos urbanos que el de las grandes ciudades. En los lugares que las personas están más vinculadas con la naturaleza y con lo natural, la imagen y la vivencia del tiempo tiene mucho más que ver con un ritmo que con un recurso. Forma parte de esas esencias naturales del contexto que nos rodea, donde encontramos las mareas, el clima, las estaciones, y los nutrientes necesarios para hacer por ejemplo un buen caldo, que además de ingredientes también necesita de tiempo y de cariño. No es casualidad que otra acepción de Tiempo no sea solo la referente al reloj, también está la que se refiere a los efectos metereológicos que nos esperan, y por tanto asociada a algo que no podemos controlar, que sí podemos prevenir y que sobre todo podemos adaptarnos.
La idea de tiempo como algo que se debe controlar cuando no poseer, el filósofo francés Michael Foucault lo sitúa con la era de la Industrialización. A partir del siglo XIX la pertenencia a un lugar gana indiferencia, reemplazándose por la temporalidad. Se busca que las personas y en especial los hombres pongan su tiempo a disposición de las grandes organizaciones, y que se someta el tiempo vital de los asalariados al aparato de producción. “Por una parte es preciso que el tiempo de los hombres pase a formar parte del mercado, se ofrezca a quienes quieran comprarlo, y se compre a cambio de un salario; es preciso, por otra parte, que el tiempo de los hombres se transforme en tiempo de trabajo. Y por eso en toda una serie de instituciones nos encontramos con el problema y con las técnicas de la extracción máxima del tiempo.”
Es de suponer que de esta época que marcó el inicio de la era capitalista en la que seguimos inmersos, viene el viejo sueño de disponer de todo el tiempo del mundo sin tener que trabajar. Estamos hablando de esa imagen acariciada y vendida por algunas sociedades idílicas del bienestar donde la evolución deseada del ser humano sería componer a individuos que sean dueños totales de su propio tiempo. Lo cual tiene un cariz parecido a otra imagen, que sería alcanzar en algún momento dado una Felicidad total, y además duradera.

Existe otra forma de relacionarse con el tiempo. La cual, puede pasar por gestionar nuestro tiempo priorizando más el elegir por delante del planificar. "La verdadera medida de cualquier técnica de gestión del tiempo es si te ayuda o no a descuidar las cosas correctas", dice en la entrevista de la contraportada de la Vanguardia Oliver Burkeman, periodista y escritor en el New York Times, que con su superventas publicado por planeta 4000 semanas: gestión del tiempo para mortales, anima a percibir nuestras acciones para aprisionar al tiempo como un ticket seguro con destino al estrés, la frustración y en el fondo, hacia la vacuidad.
Sin perder la oportunidad de criticar la denominada “plaga de la atención” Burkeman recomienda hacer listas inversas cuando queremos atrapar entre 10 y 20 acciones en una sola jornada. La propuesta es sencilla: pon mucha más energía en hacer una lista con lo que vas haciendo durante tu día, y desfocalizate de la que contiene lo pendiente. Y ya la leche sería escribir alguna emoción agradable que estés sintiendo. Pero sin llegar a tanto, el autor británico anima a realizar lo más importante por las mañanas, cuando nuestra energía está a disposición, y no para cuando acaba el día, que debería estar destinado a tener tiempo para las personas que más apreciamos, por supuesto tu misma incluida.
Punto aparte sería el análisis y la influencia que tiene en nuestra percepción temporal la parte más comercial de las redes sociales virtuales. Estas tienden a condensar el espacio-tiempo en una versión achatada. Suele disponerse el conjunto de publicaciones en la red como sucediendo en “tiempo real”, mientras aparece una desorientación poco agradable cuando se trata de precisar dónde-cuando-quién produjo algunas publicaciones. No aparecen estando solo en red: el modo de vida dicotómico “conexión-desconexión” tiene cada vez más fuerza, siendo el metaverso probablemente su manifestación más reciente.
Desde la Psicología más psicoanalítica Miller analizando a Lacan se sumaba al debate “… no es imposible que tengamos que elaborar una disimetría entre el tiempo y el espacio. El espacio no es real, pero el tiempo sí lo es ”.
Disimetría entre tiempo y espacio que las redes sociales saben eludir con una bella ilusión del eterno e idílico presente, en el que la dimensión temporal se convierte en urgencia por estar ahí: si un twit no es leído enseguida es devorado por otros que lo tapan y el twitero mismo se siente anulado. El desasosiego, la frustración y la sensación de quedarse fuera se conecta con la noción del tiempo como un objeto a dominar, o que nos domina, lectura que aumenta la ansiedad de hacer nuevos esfuerzos que nos devuelvan al escenario. La velocidad se apropia de la actividad en nuestras relaciones sociales y, con las fronteras entre la vida on line y la física desdibujadas, el vértigo puede confundirse con la vida misma. Es lo que la psicoanalista Ana Viganó entendía ya en el 2014 cuando propugnaba que las urgencias de la época actual se están cortocircuitando o reseteando con la carencia del tiempo necesario para comprender, y para comprenderse.
Brillante disertación sobre el tiempo, el valor que tiene en la actualidad y el valor especialmente que le damos cada uno de nosotros a nuestro tiempo! No dejarse engullir por las urgencias ajenas es hoy una habilidad necesaria para sobrevivir en tiempos revueltos!
gracias