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Foto del escritorAlexander Tomé

POTENCIALIDAD Y OTRAS CARACTERÍSTICAS DEL CONFLICTO


Los conflictos son inherentes a la naturaleza grupal por no decir humana. Solo basta con observar a los seres vivos que queramos. Si tomamos el tiempo necesario para mirar como juegan niños en el patio de primaria podremos ver cómo en un solo recreo de media hora pueden ocurrir 4 o 5 conflictos interpersonales de considerable intensidad. Y si la estructura de la escuela lo permite y el saber hacer de los adultos implicados también, podremos observar diferentes maneras de resolución de los mismos. Pues parece que el conflicto es una parte irrenunciable del crecimiento, tanto psicológico como biológico.


Dentro del estudio de los grupos, el Conflicto es una parte con entidad especial dentro de los procesos que se desarrollan cuando más de 2 o 3 personas comenzamos a funcionar de manera conjunta, o cuando tenemos que repartir ciertos recursos, no solo físicos. En cualquier manual de Psicología Social podemos encontrar una parte importante escrita sobre la estructura que necesitan los grupos de personas para funcionar como tal (ecología, inversión de tiempo conjunto, normas…) pero la otra parte del libro estará dedicada a los procesos que se dan dentro de un grupo, y aquí podemos encontrar el Liderazgo, los roles, la comunicación, la influencia ,la identificación, y probablemente el más controvertido y porque no decirlo el más atractivo sería el proceso del Conflicto.





Podríamos recoger de las ideas que teóricos como Tuckman, Worchel o incluso Rogers en sus grupos de Encuentro, una tan lapidaria pero no menos cierta que sería que si no hay conflicto la evolución del grupo es en falso, y que probablemente su cooperación no alcance todo el potencial que podría dar a sus miembros. El escapismo y la evitación a la hora de sostener el propio conflicto interno, con otras personas o conflictos entre comillas “alienos” provoca desaprovechar capacidad de aprendizaje.


A nivel individual, las contradicciones y los dilemas son también propios de nuestra esencia, y tal como decía Villegas, su resolución nos hace alcanzar autonomía personal. En su libro sobre los diferentes derroteros que podemos tomar en el bello y difícil a la vez proceso de convertirse en persona autónoma, el doctor de la Universitat de Barcelona describe diferentes etapas que el niño tiene que afrontar para alcanzar su independencia personal, y como hilo conductor que nos permite ese avance estaría bien diferenciado el formato del Dilema, definido como momentos de tensión y de duda que la persona debe sostener para poder tomar una decisión valorada previamente, y que además no rompa de manera violenta con las estructuras en las que se ha apoyado previamente para alcanzar otras metas. Este último matiz es muy importante, porque nos permite diferenciar entre Conflictos constructivos y destructivos, siendo los últimos los que supeditan a la mínima expresión aquellas bases desde las que nos hemos nutridos antes de llegar al conflicto, incluso aunque estemos en disputa con esas mismas bases. Como ejemplos claros podemos citar los conflictos familiares y laborales, en los que continuamente y de manera natural se nos presentan o presentamos dilemas acerca de hacia donde avanzar en busca de mayor crecimiento, autonomía y como diseñaba Maslow para alcanzar la Autorrealización.


Un ejemplo ilustrativo de resolución o de conflicto perjudicial seria resolver, abandonar y avanzar olvidando a quién queda atrás, pues en parte estamos olvidando también quien somos y cómo hemos llegado hasta allí. La duda que asalta es completamente lícita: con este tipo de resolución del dilema, estaremos encadenándonos a volver a repetirlo?

Es por tanto plausible y probable que los conflictos internos sean un signo de movilización y de avance. Pero habría que decir que nadie puede crecer estando siempre en guerra. Pues tampoco va a haber quien nos aguante. En los conflictos interpersonales suelen estar en juego intereses y procesos de mas de una parte, lo cual es ineludible además de positivo, pues que haya varios factores a tener en cuenta en su afrontamiento para una posterior resolución garantiza en la medida de lo posible que el potencial transformador del conflicto va a implicar a más de un agente del mismo, lo que es sinónimo que las partes beligerantes tienen la opción de salir de la disputa menos individualizadas y con algo en común.


Tristemente la historia del siglo pasado y el inicio del presente de éste, vuelven a reforzar esta idea, sobre que cuando en la resolución de un conflicto interpersonal se aisla a una de las partes para que pueda participar en este, estamos sembrando futuras explosiones de rabia y de rencor. Y si no queremos irnos a lo bélico, podemos pensar en las luchas sociales, que suelen ser violentas cuando se arrincona en la toma de decisiones a un sector de la sociedad. La psicología comunitaria desde su lectura social propugna como un responsable uso del poder el repartir de manera equitativa la participación entre el máximo número de agentes implicados directa o indirectamente en las propuestas sociales.


La manera de no aprovechar los conflictos es no analizarlos, y luego no gestionar la implicación que se quiere tener. Lo cual no deja de tener ciertos tintes psicóticos, pues en ocasiones tenemos la tentación seguramente desde el miedo o desde el egoísmo de alejarnos de conflictos que están sucediendo en nuestros grupos, con la falsa ilusión que no nos afectaran si no nos posicionamos, lo cual desde la teoría sistémica no puede ser más ilusorio. Desde la no implicación en la resolución de un conflicto, o en su muchas veces necesaria expresión previa, lo que hacemos es validar y legitimar represiones del mismo, lo cual suele conllevar el alienamiento de quien tiene el dilema, o apoyar tácitamente resoluciones destructivas del conflicto, lo cual también conlleva un riesgo inherente e ineludible para la cohesión del grupo o equipo que lo está gestionando, para pasar ser el grupo que lo sufre.


No todos los conflictos que tenemos van a ser provechosos desde luego, ni todos se pueden resolver cuando y cómo queramos o de una manera constructiva. El conflicto, como la mayor parte de los procesos delicados por los que pasamos, necesita su tiempo y su espacio. Las emociones desagradables que se pueden activar con el Conflicto interpersonal, y cuando es social nos estaríamos refiriendo a consecuencias de primer orden y con implicaciones que pueden ser vitales, necesitan un tempo concreto para que los actores del choque puedan entender.


La comprensión necesaria se puede concretar en 2 factores: entenderse y entender al otro. Pues sin autoconocimiento de cómo estoy gestionando el Conflicto y de qué consecuencias estás generando en el otro, la identificación mínima para que se dé una imagen mental que somos algo más que adversarios, no tendrá cabida. Pasa algo parecido a la previa necesaria para que un grupo este operativo en sus miembros, que tienen que pasar por una fase previa de construirse mentalmente la idea e incluso las letras que componen el nombre G-R-U-P-O o todavía mejor, N-O-S-O-T-R-O-S.


Algunos conflictos nos dice el sentido común no son nuestros y nos pueden usar en ellos como verdugos, victimas o distintos personajes del reparto de la tragi-comedia. Estaríamos hablando con esta lectura de la capacidad para elegir en qué conflictos queremos posicionarnos y en cuales no, lo cual nos lleva a una habilidad digna también de cuestionarse: sé cuales Conflictos me interesa afrontar, evitar, y porque no decirlo, provocar?

Pues sería mentirnos no aceptar que los Conflictos conllevan Oportunidades, a propios y a terceros. Y la mayor parte de éstas son nuevas situaciones que se abren cuando dos fuerzas se expresan y chocan. Los cambios necesarios para ciertas cotas de crecimiento grupal y personal necesitan una gestión responsable y humana del conflicto, donde especialmente no se obvie ni banalicen las emociones además de las consecuencias destructoras que pueden tener para los miembros implicados, además de para aquellos que componen su comunidad.

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