Cuando la comunicación no puede darse de una forma clara, usando las palabras, aparecen las acciones que pueden tener la forma de síntomas, que buscan ser escuchados y comprendidos, como la personas que lo hace. Tal como diría la escuela clásica sistémica del TCA, cuando no se puede explicar y compartir el malestar éste se actúa.
"Cuando a alguien se le da el diagnóstico de discapacitado, este rótulo puede crearle relaciones especiales con otras personas, que provocarán expectativas menores y capacidades disminuidas. El modo en que es tratado el individuo afecta a su propio autoconcepto. Si la imagen solo refleja las limitaciones de la discapacidad, la autoimagen y el potencial del individuo quedarán disminuidos, pues se verá a sí mismo como a un lisiado. El resultado es una profecía que opera en su propio cumplimiento". (Fishman, H. C. Tratamiento de adolescentes con problemas; Paidós 1995).
Los síntomas no deben entenderse por separado de su contexto. Si aceptamos que son una manera indirecta de comunicación, tenemos que preguntarnos cómo están escuchando los elementos que rodean a la persona o incluso a la familia sintomática. Y lamentablemente, es muy común la sordera.
Está ya muy usada la imagen de los padres que no son capaces de entender que su hija no necesita la nevera llena, si no más bien unas personas con las que conversar mientras comen juntos sentados a la mesa o incluso que se preocupan de manera explícita por su nutrición emocional. La imagen que quizás no está tan habitualmente retenida por nuestra retina es la de una red social que también padece cierta dificultad de escucha para entender previo atender lo que una familia en apuros está comunicando. Los servicios sociales, los hospitales, los recursos comunitarios y si me apuro incluso los vecinos y la red social más próxima como familia extensa y amigos.
El modelo sistémico ha ayudada mucho en el objetivo de favorecer la escucha y la comprensión de la sintomatología más allá del individuo, y en ocasiones más allá también de la familia nuclear. Un bonito ejemplo situado en casa nostre es el CSMIJ de les Corts en Barcelona. El modelo de intervención grupal que utilizan refleja a la perfección lo que debe ser un abordaje de las problemáticas que sufren los niños y que se detectan en la escuela. Una vez estos niños con dificultades llegan al recurso, debe darse un requisito o condición para que reciban tratamiento: que mientras los niños están en terapia de grupo, los padres deben estar haciendo su propia terapia grupal de padres, en el mismo centro y a la misma hora. El mensaje al hacer esta intervención, además de los beneficios clínicos y de conciliación laboral, es tremendo, pues se le está diciendo a todo aquel que quiera escuchar que el problema no está en los síntomas que ya se empiezan a visualizar, si que algo está ocurriendo en ambos subsistemas, filial y parental. En muchas ocasiones tendríamos que organizar una terapia grupal a su vez, como tercera pista, para la generación previa de abuelos y abuelas, pero quizás la sordera en éstos ya sea más literal.

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