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Foto del escritorLucia Piris

2 + 2 CONSEJOS PARA DEJAR DE CULPARTE


La culpa es una emoción no natural, si no aprendida, como la vergüenza, lo cual hace que su vivencia esté mediatizada por el entorno social. La cultura por tanto construye de una forma importante esta emoción y a su vez contiene los efectos de la misma.


Su principal función puede ser delimitar nuestra conducta dentro de la sociedad, corrigiendo aquellas acciones que sobresalen de manera más intensa de la norma. Hacer sentir a otra persona vergüenza equivale a parar su conducta o como mínimo frenarla.

Nuestra herencia es culturalmente judeocristiana, por lo que la culpa suele tener unas connotaciones casi religiosas para nuestra forma de entender el error y la equivocación. Por lo que culpa suele estar acompañada de un juicio previo y de un castigo posterior. Tal como describía Stephen King, sobre el arquetipo norteamericano dándole la forma de un cementerio indio, el arquetipo ibérico puede tener tranquilamente la de un auto de fe dirigido por la inquisición, en el cual se castiga públicamente a los que no siguen la norma católica establecida.


Incluso algunos comentarios sobre la lengua española señalan que el concepto de Vergüenza ajena se denomina fuera de nuestras fronteras como Vergüenza española, por se la nacionalidad que primera acuño esta idea para describir un sentimiento que tiene que ver con la conducta del otro y con sus posibles implicaciones sociales posteriores. Si se analiza este concepto que suena a Gripe española, tiene connotaciones al sentimiento de pudor en muchas ocasiones invalidante al que puede llegar nuestra cultura cuando presiona a alguien hacia la norma, muchas veces más moral incluso que conductual.


Todas las emociones tienen un objetivo para cumplir, siempre que podamos gestionarlas de manera adaptada a nuestras circunstancias externas. Si nuestra emoción es demasiado fuerte puede traernos más problemas que acercarnos a nuestros objetivos; y si aparece con demasiada frecuencia también puede complicarnos el disfrute de nuestra realidad.  Para disminuir la culpa entonces, podemos identificar al igual que en el resto de emociones 2 variables sobre las que podemos actuar: intensidad y frecuencia.


Si queremos reducir la intensidad de la culpa es adecuado que 1 podamos compartir con alguien comprensivo nuestra vivencia, y 2 que podamos frenar las criticas que nos aumentan la emoción culpógena. Pues para sentir culpa debe activarse de alguna manera la autocritica, por tanto es crucial saber como acercarse a desactivarla cuando nos interesa.


Si queremos reducir la frecuencia de la culpa puede funcionar que 1 no busquemos continuamente la perfección y la validación exterior, además de 2 reducir todo lo que podamos las conductas de castigo asociadas, como compensar con deporte o alimentación nuestros errores.


La culpa tiene como objetivo claro el  poder evaluarnos a nosotras mismas y ver si estamos muy lejos de nuestra forma querida de actuar, y si además nos estamos alejando en demasía de la manera de actuar o de pensar que tienen las personas cercanas. Sin embargo, un exceso de esta alineación puede significar perder nuestra originalidad y nuestra parte más autentica incluso creativa.


Es interesante y especialmente en el momento actual de estar inmersos en una sociedad de inicios del siglo XXI en el que se valora mucho más la forma que el fondo, tener poder para ver la relación que hay entre Culparnos y la búsqueda de Perfección, pues es muy fácil para nuestro cerebro entender que culparnos ante los errores o equivocaciones naturales es un modo de mejorar en pro de alcanzar nuestra mejor versión, sin embargo, en la realidad esto puede llevar un elevado nivel de frustración y también que generemos distanciamiento con aquellas personas que no entiendan esta manera de proceder.

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