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CONSUMO DE SUSTANCIAS Y REFUERZO NEGATIVO

Foto del escritor: Alexander ToméAlexander Tomé

Actualizado: 11 may 2021

El consumo de sustancias psicoactivas puede ser muy tóxico, si se da en un contexto de asilamiento social. Pues no es igual el consumo desde el refuerzo positivo que desde el refuerzo negativo.

El primero tiene que ver con la búsqueda del placer, normalmente desde un estado basal donde no hay un malestar considerable. Por el contrario, el refuerzo negativo se da cuando un consumo sucede como búsqueda de una anestesia o una manera de librarse de un dolor que de otra manera no se puede descargar. Podemos decir que el consumo que acaba acuñando la adicción tiene mucho que ver con este segundo, que sería los mismo que decir que tiene relación con el dolor, y con sus distintas naturalezas.

Si pensamos cuando ocurren los primeros escarceos y coqueteos con las drogas nos acude rápidamente a la memoria la adolescencia. Lo cual no deja de tener su aquel, pues es uno de los ciclos vitales por no decir el que más está ligado al malestar por la gran cantidad y calidad de cambios que suceden, así como el poco control que se tiene en los mismos. Por tanto el resultado de la ecuación es bien sencillo: los primeros contactos con las sustancias con mayor potencial adictivo se dan en la época de nuestra vida en la que somos más vulnerables.


Hemos de sumar otro ingrediente importante y que vuelve a tener relación con el funcionamiento de nuestro cerebro cuando encuentra ese Eureka que supone una droga si se añade a un malestar personal. Las investigaciones de psicología básica estipulan que para que el cerebro module y moldee su forma de búsqueda de la recompensa inmediata, no se necesitan más de 3 o 4 ensayos. Y también añaden que no ocurre únicamente con el consumo de drogas, sino que se produce la misma grabación especial con las conductas más básicas en nuestro funcionamiento diario, enunciando como ejemplos claros la Alimentación y la Sexualidad. Parece ser por tanto, que usar por ejemplo el Alcohol, el sexo o la alimentación como manera de evadirse de un malestar supone el riesgo que en pocas veces el cerebro solo quiera usar esa manera de anestesiarse, denostando y descartando de manera rotunda la habilidad y lo recursos necesarios para la búsqueda de alternativas para deshacerse del malestar. Las cuales implican una tolerancia a la frustración y al malestar que paulatinamente en el proceso se va perdiendo.



Tenemos un ejemplo claro de consumo de este tipo, que podríamos definir de riesgo, actualmente en los medios de comunicación, en las imágenes que se están dando con el fin del estado de alarma especialmente en fin de semana como el más evidente.

Lejos de hacer una valoración moral del asunto, sí que podemos analizar qué efecto puede tener un contexto coercitivo de libertad que se ha aplicado a la población por un motivo sanitario, y que además de su necesidad a supuesto una reducción del ocio en toda la población pero sobre todo en los más jóvenes, en los adolescentes.

Se vuelven a sumar los 2 factores que analizaba al inicio: un contexto donde los recursos para tener un ocio y una vida social sana se han empobrecido; sumándole un consumo de alcohol y otras drogas como el plan principal asociado en este caso a una particular idea y concepción de la Libertad.

El resultado de esta combinación no se ha hecho esperar. Los datos que actualmente aparecen desde algunos recursos de salud mental privados, van en la línea que el aumento de demanda de atención psicológica en adolescentes ha aumentado en los últimos meses cerca de un 50%.

No me parece alarmista ni exagerado vislumbrar que la pandemia del COVID-19 puede que venga acompañada no solo de un deterioro del tejido económico español, sino también de una segunda epidemia basada en el deterioro grave de la salud mental de los más jóvenes, que son los más expuestos al consumo poco consciente y de riesgo de drogas y alcohol.






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