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SEXUALIDAD EN TCA

  • Foto del escritor: Claudia Requejo
    Claudia Requejo
  • 22 may
  • 3 Min. de lectura

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia, la bulimia o el trastorno por atracón, no afectan únicamente la forma en que una persona se relaciona con la comida. También impactan profundamente otras dimensiones de la vida que, muchas veces, pasan desapercibidas o se silencian. Una de ellas es la sexualidad.


Aunque estos trastornos pueden presentarse en cualquier persona, la mayoría de los casos se da en mujeres jóvenes, especialmente durante la adolescencia y los primeros años de la adultez. Esta etapa de la vida es clave para el desarrollo de la identidad personal, emocional y sexual. Sin embargo, cuando la autoestima se encuentra dañada y la relación con el cuerpo está atravesada por el rechazo, este proceso natural de exploración puede verse interrumpido o distorsionado (Brunch, 1978; Cash y Smolak, 2011).


Cuando alguien no se siente cómodo con su cuerpo, es difícil que pueda vivir la sexualidad de forma plena. Muchas mujeres con TCA experimentan una desconexión profunda con su imagen corporal. Se sienten avergonzadas de su cuerpo, lo consideran poco deseable o directamente “equivocado” (Cash y Smolak, 2011). Este rechazo no solo afecta la manera en que se ven, sino también cómo se sienten con respecto al contacto físico, la intimidad o el deseo.


En este contexto, es común que el sexo genere ansiedad o inseguridad. Algunas personas evitan situaciones sexuales por miedo a ser juzgadas o por no sentirse “suficientes”. En otros casos, el sexo se convierte en una fuente de incomodidad o culpa, especialmente si hay antecedentes de experiencias traumáticas no resueltas, que es algo que también puede coexistir con un TCA.



Desde el punto de vista físico, los cambios que produce la malnutrición son muy significativos. Cuando el cuerpo no recibe la energía ni los nutrientes que necesita, empieza a priorizar funciones vitales para la supervivencia y a “apagar” otras que considera secundarias, como las funciones reproductivas. Esto puede manifestarse con una pérdida del deseo sexual, desaparición del ciclo menstrual, alteraciones hormonales o incluso dificultades como sequedad vaginal o vaginismo, que hacen que las relaciones sexuales se tornen incómodas o dolorosas (Misra y Klibanski, 2014).


Además, para producir ciertas hormonas sexuales, como los estrógenos, el cuerpo necesita una cantidad mínima de grasa corporal. Cuando esa grasa escasea, como suele ocurrir en casos de restricción alimentaria extrema, los ovarios no pueden funcionar con normalidad. Esta desregulación hormonal afecta tanto el deseo como la capacidad de disfrutar de la sexualidad (Misra y Klibanski, 2014).


La relación con el placer también se ve afectada. Muchas personas con TCA sienten que no merecen disfrutar, y esto no se limita solo a la comida. También evitan actividades placenteras como la masturbación o las caricias, viéndolas como algo “innecesario”, inapropiado o incluso prohibido. El placer se asocia con debilidad, y en su lugar aparece la autoexigencia, el autocastigo y la negación de las propias necesidades.

Por otro lado, el aislamiento emocional es otro rasgo frecuente. La baja autoestima, el miedo al rechazo y la dificultad para establecer vínculos seguros dificultan la creación de relaciones íntimas. Algunas mujeres evitan vincularse afectivamente con otros por temor a ser vistas en su vulnerabilidad. Incluso cuando hay pareja, puede haber dificultades para expresar el deseo o disfrutar del encuentro sexual, por la profunda desconexión con el propio cuerpo.


Es importante recalcar algo fundamental: esta situación no es definitiva. El camino de la recuperación es posible, y muchas personas logran reconstruir su relación con el cuerpo, la comida y también con su sexualidad. Este proceso no se da de un día para otro, y requiere acompañamiento psicológico, nutricional y, a veces, médico. Pero con apoyo adecuado y un entorno seguro, se puede avanzar hacia una vida más libre y conectada.

A medida que la nutrición mejora y se trabaja sobre la imagen corporal y la autoestima, el deseo puede ir reapareciendo, la ansiedad disminuye y las experiencias sexuales pueden comenzar a vivirse con mayor comodidad y placer. Es un proceso de redescubrimiento, donde la persona aprende a habitar su cuerpo de nuevo, no desde el juicio, sino desde el cuidado y el respeto.


Si estás atravesando un trastorno de la conducta alimentaria o sospechas que podrías estar enfrentando uno, no estás sola. Reconocer lo que te ocurre y pedir ayuda profesional es un acto de valentía. Mereces sentirte bien en tu piel, mereces disfrutar de tu vida, de tus relaciones, de tu sexualidad. La recuperación es también un camino hacia reconectar con lo que te hace sentir viva.

 

Referencias:


Bruch, H. (1978). The Golden Cage: The Enigma of Anorexia Nervosa. Harvard University Press.

Cash, T. F., & Smolak, L. (2011). Body Image: A Handbook of Science, Practice, and Prevention. Guilford Press.

Misra, M., & Klibanski, A. (2014). "Endocrine consequences of anorexia nervosa." The Lancet Diabetes & Endocrinology, 2(7), 581-592

 
 
 

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